viernes, 27 de julio de 2012

“El nombre de mi médico es Cristo”


Roberto Pérez nació en Lima hace 50 años, es el mayor de 4 hermanos. Desde muy pequeño recibió  el amor y el cariño de su madre pero tuvo un padre poco afectivo.
Nunca destacó en la escuela por ser un buen alumno, poco antes de terminar la secundaria comenzó a participar de reuniones con sus compañeros de salón, le gustaba mucho el deporte por lo que se mantuvo lejos de vicios como el alcoholismo o las drogas. Muy por el contrario trabajó desde los 14 años y siempre buscó lo mejor para él y los suyos.
 
Como hermano mayor dentro del hogar, sintió la responsabilidad de velar por los menores y por cuanta necesidad existía en su familia.
 
Siempre anheló la vida castrense. Así fue que inició preparativos para postular a la Escuela Militar de Chorrillos.
 
Después conocería a una joven cristiana llamada Lea quien en la actualidad es su esposa. “Cuando  conocí a Lea, ella tenía la edad de 17 años y desde ese día estamos juntos”, cuenta el ahora pastor Pérez.
 
Fue así que ingresó a las Fuerzas Armadas del Perú, en ese lugar  su carácter fue tornándose en agresivo y de vez en cuando solía exteriorizar su violencia.
 
Su familia fue el impulso que tenía para sortear cualquier dificultad en la vida militar y en el hogar. Tiempo después pudo contraer matrimonio con Lea, con quien hasta hoy conforma una pareja en la que ambos se introdujeron poco a poco en el cristianismo, perseverando hasta hoy.
 
Ya como miembros de  la iglesia tuvieron a su primera hija, luego otra y fueron bendecidos por una gran prole; el Todopoderoso les permitió una situación económica muy buena, Ellos pudieron ofrecerles a sus hijos una buena educación.
 
Llamado y prueba
Algún tiempo después fue nombrado pastor y se le asignaron paulatinamente obras diversas desde anexos hasta iglesias.
 
Cuando todo parecía ir bien en popa y luego de superar distintas pruebas un hermano de la Iglesia lo alentó a que se haga una revisión médica. “Hace mucho tiempo recibí un golpe en los genitales pero nunca le preste importancia”, añade Roberto.
 
Impulsado por un chequeo preliminar y  luego de una ecografía se le detectó una masa sospechosa que fue extirpada quirúrgicamente.
 
 Luego de la prueba patológica y una resonancia magnética se comprobó que tenía un tumor maligno que comprometía ganglios y próstata. “Decidí pedirle perdón a mi esposa y a mis hijos, prácticamente me despedí de mi familia”, cuenta el protagonista de esta historia.
 
Él decidió mantenerse firme en agradecimiento a Dios, se dedicó a evangelizar a todo aquel con el que se cruzaba en un reconocido hospital de cáncer peruano.
 
Mientras muchos creían que esos iban a ser los últimos días o meses de Roberto, él junto a su familia decidieron cumplir con la intensa quimioterapia que fue muy dolorosa, esperando un milagro o la voluntad de Dios.
 
Superado el tratamiento Roberto decidió seguir predicando y ha mostrado una recuperación milagrosa, sorprendiendo inclusive a los médicos tratantes y a cuanta persona lo conoce.
 
Luego de varios años sigue pastoreando, actualmente es el encargado de la Obra del Movimiento Misionero Mundial en Perú en el distrito limeño de Surquillo. “Cuando veo a gente llorar por algo que les pasó, yo les digo que para Cristo no hay nada imposible”, finaliza Roberto.

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