viernes, 27 de julio de 2012

“En Cristo encontré mi verdadera identidad”


Manuel Wong Flores, nacido en Ferreñafe, desde temprana edad tuvo un problema de identidad sexual.
En lugar de los carritos, escogió las muñecas, se vestía con la ropa de su hermana, sin saber qué pasaba dentro de él.
Ya en Lima, este conflicto interno se acrecentó. Conforme crecía, Manuel se convirtió en el centro de  burla de sus amigos,  lo que lo  llevaba a pasar interminables noches llenas de llanto y desolación. Llegando a reconocer que no era normal, sintiéndose rechazado por los demás.
Las actitudes  que tomaba  muy pronto lo delatarían. En una oportunidad su hermana le dijo a su padre que Manuel se vestía de mujer. “No te quiero en casa”, fue lo que escuchó Manuel de labios de su progenitor.
Ante esta frase lo único que pudo hacer fue ir tras  la puerta y  comenzar a llorar desconsoladamente. Su madre intentó ayudarlo en vano a salir del mundo del homosexualismo; sin embargo el amor humano no logró hacerlo cambiar.
Depresión y soledad
En plena adolescencia, Manuel se hundió en la tristeza y la soledad, refugiándose centros de diversión y en la compañía de sus “amistades”. Sin embargo, Dios tocaba a su puerta constantemente. Un grupo de cristianos lo visitaban con cierta frecuencia, pero Él creía que  ya no había solución para su vida.
Cual goteó incesante, la Palabra de Dios empezó a calar en el corazón de Manuel, confesando  ante Dios su condición y su desolación. 
Como se sabe el camino a la salvación no es fácil. Luego de confesarse ante nuestro creador, el grupo de homosexuales que frecuentaba empezó a presionarlo para que retome los malos pasos en los que anduvo. Pero la obra iniciada por Dios en Manuel se completaría.
Junto al grupo de hermanos que le predicaba, Manuel llegó al templo del Movimiento Misionero Mundial en Huaycán. La prédica de la Palabra de Dios, empezaba a detallar como era su vida. Lo único que pudo hacer Manuel fue quebrantarse ante Nuestro Salvador.
El origen del sufrimiento
Es allí donde el protagonista de este testimonio entendió el origen de su sufrimiento: El  pecado; pero a la vez sentía dentro de su corazón un sobrenatural calor que lo abrigó en esperanza. 
Desde ese día Manuel se aferró a la mano  de Dios, dando un paso de fe, rompiendo todas las cadenas que lo ataban, entregándole su corazón a Cristo. Dejó la vestimenta femenina, los escándalos y las discotecas para servir de ejemplo en su hogar y en la sociedad.
Hoy, Manuel Wong puede decir que Dios existe, declarando que Él pudo cambiarlo por completo, dándole la felicidad que tanto deseaba. “Quiere decirles a todos, que Cristo vive, que Sólo en Dios hay esperanza”, nos cuenta muy emocionado nuestro hermano.
(Relato extraído del programa: Testimonio Vivo de Bethel TV)

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