viernes, 24 de agosto de 2012

Corazón de misionero


William Carey pasó 41 años en la India difundiendo la Palabra del Señor. Fundó una gran cantidad de escuelas cristianas, predicó en más de 30 lenguas nativas y tradujo la Biblia para la tercera parte de los habitantes del mundo.
La vida de William Carey, desde muy temprano, estuvo impregnada de una resolución indómita y férrea como un hierro. Fue esa característica de persistir, sin tregua ni descanso, el secreto de su existencia. Desde su nacimiento, el 17 de agosto de 1761 en Inglaterra, sirvió a Dios durante más de cuarenta años, con un ministerio fructífero en las tierras de la India donde esparció la Palabra del Señor, fundó escuelas cristianas y tradujo la Biblia para la tercera parte de los habitantes del mundo. Una obra misionera que permanece intacta hasta la actualidad y se constituye en un ejemplo a seguir para la comunidad evangélica mundial.

William, el más joven de los cinco hijos de los esposos Edmundo e Isabel Carey, se crió en la aldea de Paulerspury en Northamptonshire. Desde corta edad se mostró muy interesado en las ciencias naturales, en especial la botánica, y se destacó por su capacidad para aprender idiomas. Así a los doce años adquirió un ejemplar del vocabulario latino y se lo aprendió de memoria. Luego, dos años más tarde, se inició en el oficio de zapatero. Sin embargo, nunca dejó de estudiar lenguas y se interesó por el griego. Fue en ese tiempo, en medio de sus tareas laborales, que llegó a reconocer que era un pecador y comenzó a examinar cuidadosamente las Escrituras y se adentró en el conocimiento de los Evangelios.

Después, en su juventud, William se involucró con una asociación local de cristianos donde entabló amistad con Juan Ryland, Juan Sutcliff y Andrew Fuller y se encaminó aun más en las vías de la fe evangélica. De este modo, el 5 de octubre de 1783, Carey fue bautizado por Ryland y se comprometió a seguir a Jesucristo hasta el final de sus días. Luego, en 1785, fue nombrado maestro de escuela del pueblo de Moulton y fue invitado a servir como pastor de la iglesia local. Durante este tiempo, leyó los diarios del explorador James Cook y se interesó profundamente por la propagación del cristianismo. Entonces un día, en un momento de quietud en su trabajo, escuchó el llamado del Todopoderoso y él respondió: "Heme aquí, envíame a mí".

Durante los años siguientes se esforzó ininterrumpidamente, orando, escribiendo y hablando sobre el asunto de llevar a Cristo a todas las naciones. Entonces en mayo de 1792, ya como ministro ordenado del Señor, predicó un memorable sermón, inspirado en Isaías 54:2, en el que utilizó repetidamente el epigrama, que se ha convertido en su cita más famosa: "espera grandes cosas de Dios, intenta grandes cosas para Dios". En el acto también logró que se formara la primera sociedad misionera en la historia de las iglesias de Cristo, para la predicación del Evangelio entre los pueblos nunca antes evangelizados. Asimismo, leyendo y buscando, entendió la necesidad de muchos de conocer a Jesús y descubrió que el Señor lo llamaba para trabajar en la India.

DIRECTO A LA INDIA

En 1793 la sociedad misionera, a la que pertenecía Carey, logró obtener dinero y compró un pasaje para la India en un navío dinamarqués. William le rogó a su esposa Dorothy que lo acompañase en su misión cristianizadora, pero ella se negó rotundamente. Sin embargo, antes de que el navío partiese, uno de sus amigos misionero fue a su casa para charlar con su mujer. Grande fue la sorpresa y el regocijo de todos cuando ese misionero logró convencer a la esposa de William para que acompañase a su marido. Dios, además, conmovió el corazón del comandante del navío quien lo llevó, en compañía de su esposa y de sus hijos, sin cobrar algún pasaje adicional.

Durante el viaje a la India, que duró cinco meses, Carey aprendió suficiente bien el bengalí como para entenderse con el pueblo. Poco después de desembarcar comenzó a predicar, y los oyentes venían a escucharlo en número siempre creciente. Pero percibió la necesidad imperiosa de que el pueblo tuviese una Biblia en su propia lengua y, sin demora, se entregó a la tarea de traducirla. La rapidez con que aprendió las lenguas de la India todavía es motivo de admiración para los mejores lingüistas. Empero, su ministerio no fue fácil: pasó mucho tiempo sin ver los frutos de su obra -ni un solo convertido hindú en siete años-, acumuló deudas, la salud mental de su esposa se deterioró hasta el punto que partió al encuentro con el Creador.

De igual modo, la mayor parte de los ingleses con quienes Carey tuvo contacto en la India lo creían loco. Durante casi dos años no le llegó ninguna carta de Inglaterra. Muchas veces su familia y él carecieron de dinero y de alimentos. Para sustentarlos, el misionero se volvió labrador, y trabajó como obrero en una fábrica de añil durante seis años. También durante más de treinta años fue profesor de lenguas orientales en el Colegio de Fort Williams. Fundó además el Colegio Serampore para enseñar a los obreros. Bajo su dirección el colegio prosperó y desempeñó un gran papel en la evangelización del país. Otra de las cosas que vivió y enfrentó fue la división por castas de la India.

En Asia, igualmente, Carey continuó los estudios que había comenzado cuando era niño. No solo fundó la sociedad de agricultura y horticultura, sino que también creó uno de los mejores jardines botánicos y escribió y publicó "Flora Indica", considerada una obra maestra por muchos años. Pasó también mucho tiempo enseñando en las escuelas de niños pobres. Pero, sobre todo, siempre ardía en su corazón el deseo de llevar adelante la obra de ganar almas. Por ello, predicó por muchos lugares de la India. Fue a zonas aisladas y llenas de animales salvajes. Comentaba que a veces caminaba por kilómetros, y al llegar, debía hacer a un lado el cansancio para compartir la Palabra de Cristo. En medio de serpientes, a veces tigres y chacales.

EL TRÍO MISIONERO

En 1799, se unió a los cristianos Guillermo Ward y Josué Marshman, y formó un trío misionero conocido como "Serampore". Junto a ellos, fundó 25 iglesias y 126 escuelas, tradujo la Escritura a 44 idiomas, produjo gramáticas y diccionarios y organizó la primera misión médica a la India. También fue responsable de la creación de bancos de ahorro, un seminario, una escuela para niñas hindúes y un periódico vernacular en bengalí. Además, hizo campaña para la erradicación del suttee -incineración de la viuda ante la pira funeraria de su marido- y fue responsable de la instalación de la primera máquina impresora de la India. Trabajó además en la primera traducción al inglés de la epopeya épica en sánscrito Ramayana y Mahabharata. La traducción de la Biblia al sánscrito fue obra suya y logró el bautismo en 1800 del primer hindú convertido llamado Krishna Pal.

En los 41 años que Carey pasó en la India no visitó jamás Inglaterra. Logró hablar con fluidez más de treinta lenguas de la India, dirigió la traducción de las Escrituras en todas esas lenguas y fue nombrado traductor oficial del gobierno británico instalado en esta parte del mundo por aquellos años. Escribió también varias gramáticas hindúes y compiló importantes diccionarios de los idiomas bengalí, maratí y sánscrito. Al avanzar en edad, sus amigos insistían en que disminuyese sus esfuerzos, pero su aversión a la inactividad era tal, que continuaba trabajando, aun cuando su fuerza física no era suficiente para activar la necesaria energía mental. Por fin se vio obligado a permanecer en cama, donde siguió corrigiendo las pruebas de las traducciones.

Finalmente, el 9 de junio de 1834 en la India, a la edad de 73 años, William Carey dejó la vida terrenal para ir al encuentro de Cristo. Al morir, el gobierno colonial ordenó que se izasen las banderas a media asta, para honrar la memoria de un "héroe" que había hecho más por la India que todos los generales británicos. Ciento setenta y siete años después, mientras el sofá en el que murió se encuentra ahora en el Parque Regent College, el salón cristiano de la Universidad de Oxford, la obra de Carey continúa siendo una bendición para una gran parte del mundo. Y es que este varón de Dios encendió a todo el mundo cristiano para llevar adelante la tarea de evangelizar a la tierra.

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