martes, 7 de agosto de 2012

“El amor todo lo puede”

Para muchos el amor es temporal, porque puede variar según lo diga nuestro corazón. Pero para Dios el amor lo supera todo.
Esta frase podría resumir la historia de María Espinoza y Walter Guevara. Ambos nacidos en el interior del Perú y cada quien con una historia particular que terminaría por unirlos.
Mientras que Walter, con sólo 19 años, se dedicaba al alcohol en su natal Cajamarca, ella era testigo de la separación de sus padres en Huarochirí.
Las difíciles circunstancias en las que vivían los obligaron a mudarse a la capital de nuestro país. En Lima empezaron a progresar económicamente. María laboraba en un restaurante y él tenía un pequeño negocio de telas.

Inicio de una vida


Ambos iniciaron una relación de la que nació un su primogénito. Decidieron optar por la convivencia. Al inicio toda iba bien. Con el paso del tiempo se abrió la posibilidad de que Walter labore en una mina, ganando un sueldo superior al promedio. No lo dudó y aceptó la propuesta. Pero con sus constantes viajes las discusiones crecieron, mientras que el licor volvió a formar parte de su vida.
Esto generó muchas discusiones y constantes amenazas de separación. Pero lo que resquebrajaría el corazón de María sería la decisión de su pequeño: Dejarla para irse con su padre.
Tras una fuerte discusión, recordó que un conocido le había hablado de Jesús. Ella pensó que no le quedaba otra opción, por eso fue a una Iglesia a intentar encontrarle solución a su sombrío futuro.

Puesta la mirada en Cristo

En medio del mensaje se dio cuenta que Dios la amaba. A ella y a su familia. No tardó en acudir al llamado de nuestro Padre Celestial, le entregó sus cargas y retornó a su casa esperando encontrar a su esposo e hijo.
Así fue, los dos estaban durmiendo. María despertó a Walter y le contó que un milagro había ocurrido. Él, a pesar de su incredulidad, le dio una nueva oportunidad.
No fue fácil, pero poco a poco se reconstruyó lo que el pecado estaba a punto de demoler. El corazón de la pareja se volvió a Cristo y Cristo les dio la felicidad que anhelaban.
Los ahora esposos decidieron nunca dejar la Fe y narrarle a cuanta persona conozcan su historia de vida.

Fuente: Movimiento Misionero Mundial


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