jueves, 16 de agosto de 2012

Evan Roberts, el carbonero de Dios


 En muy raras ocasiones se encuentra piedras preciosas en las minas de carbón, Evan Roberts fue una de ellas, pero el tiempo y las circunstancias terminaron por convertirle en un carbón más entre la multitud que le rodeaba.

Roberts nació en una familia de práctica metodista el 8 de junio de 1878. Su padre, un rudo y religioso minero, sufrió un accidente siendo Robert muy joven y este tuvo que dejar sus estudios y dedicarse al duro oficio de minero. El joven minero era un habido lector la Biblia y tras el trabajo recorría el kilómetro y medio que le separaba de la capilla de su localidad.
En 1898, Evan tuvo que emigrar a Mountain Ash, una ciudad próxima a la suya, para buscar trabajo. Al poco tiempo, el pastor de su iglesia le pidió que le ayudara en la iglesia y no tardó mucho en ser recomendado para dedicarse a pleno tiempo en el ministerio.
Roberts no se sentía satisfecho con su relación con Dios. Algo desanimado acudió a escuchar a un evangelista itinerante llamado Seth Joshua. El reverendo Joshua llevaba varios años orando para que Dios levantara a un nuevo Eliseo, un hombre sencillo que trajera el avivamiento a la región. Tras asistir a varias reuniones experimentó un encuentro con Dios y su vida cambió por completo.
En 1904 tuvo su primera visión sobre el avivamiento en Gales. Vio un brazo que se extendía desde la luna hasta Gales. Él creyó ver la mano de Dios en esta visión y comenzó a organizar reuniones en su iglesia. En pocos meses su fama se extendió por todos Gales y centenares de personas acudían a sus reuniones.
La prensa se enteró del fenómeno y envió a corresponsales para que contaran lo que pasaba en la pequeña iglesia galesa. Muchos mineros dejaron su ruda vida y comenzaron a asistir a los cultos. Las mujeres de los mineros también asistieron masivamente y, a diferencia de otras congregaciones, se permitió que participaran activamente en los cultos. El nivel de vida de los mineros cambió radicalmente. Muchos dejaron el alcohol y comenzaron a tratar mejor a sus hijos y mujeres.
El 29 de enero de 1951 moría a la edad de sesenta y dos años. Su liderazgo había sido efímero pero durante décadas Gales experimentó un gran avivamiento que conmovió a toda la nación.
 
Fuente: M. Escobar, ProtestanteDigital (España)

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