viernes, 24 de agosto de 2012

“Tengo un Padre Divino que siempre estuvo a mi lado”


Estamos seguros que no hay mejor herencia para nuestros hijos que una vida cristiana. Este fue el caso de la familia Ruiz Alvarado, que tiene como pilares, además de Dios,  a Julia y a Susana, hija y madre, respectivamente. Pero no todo fue fácil, ambas tuvieron momentos amargos en sus vidas.
Mientras Julia crecía en su natal Tingo María, su progenitora luchaba por sacar adelante a su hogar, ella enviudó y el mantener a su pequeña hija era una marcha cuesta arriba.
No obstante, Dios siempre estuvo de su lado, a pesar de las dificultades logró que Julia se convierta en profesional, tras estudiar exitosamente en Lima.
Fue en la capital donde Julia conoció a quien sería su esposo, el enamoramiento se desarrolló dentro de la normalidad. Pero una vez que la relación se formalizó todo cambió.
Discusiones, fiestas y hasta agresiones físicas alteraban la armonía familiar y la seguridad emocional de sus dos pequeños hijos.
Susana recuerda que su yerno la llamó para decirle que iba a dejar a su hija, pero que sus nietos se quedaban con él. Sin embargo, los planes de Dios eran distintos y ambos pequeños no se separaron de su madre.
Todo obra para bien
En medio de la desolación espiritual Julia inició una nueva vida junto a sus hijos en su ciudad de origen. Pero las promesas de Dios no cayeron en saco roto.
Cierto día llegó a los oídos de Susana que la obra del Movimiento Misionero Mundial se inauguraría en Tingo María. Madre e hija decidieron acudir a escuchar la Palabra de Dios. El mensaje conmovió el corazón de Julia y desde ese día todo cambio.
Actualmente la familia en su totalidad le sirve a Cristo y laboran arduamente en favor de la evangelización.

Fuente: Movimiento Misonero Mundial

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