“Estas cosas os he hablado en alegorías; la hora viene cuando ya no os
hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del
Padre. En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al
Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me
habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios… Le dijeron sus
discípulos: He aquí ahora hablas claramente… y no necesitas que nadie te
pregunte; por esto creemos que has salido de Dios. Jesús les respondió:
¿Ahora creéis? He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis
esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo,
porque el Padre está conmigo. Estas cosas os he hablado para que en mí
tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido
al mundo”, Juan 16:25-33.
En este pasaje, la Palabra de Dios nos habla de aquella gran victoria
que nuestro Salvador obtuviera sobre el diablo, el pecado, la tumba, el
temor, la tristeza, la ignorancia y la trasgresión. En efecto, a través
de su muerte, el Señor derrotó para siempre a las tinieblas y a la
muerte; y por ende, el mismo poder que operó en su resurrección,
vivificará nuestros cuerpos mortales o nos arrebatará al cielo y nos
transformará en un abrir y cerrar de ojos.
Jesucristo vino al mundo, y cumplió a la perfección el plan de
redención del Padre. Y por medio de aquel sacrificio, fueron satisfechos
tanto el amor como la justicia de Dios, abriéndose las puertas de la
gracia ante todo aquel que quiera aceptarlo.
Fuente: Impacto Evángelistico
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