El Evangelio según San Mateo 7:24-29 nos habla de dos constructores,
ambos tenían una meta, construir una casa aparentemente idénticas. La
actitud de ellos es la que va a hacer la diferencia, la que nos mostrará
el final de ellos. Uno es prudente, el otro es insensato; uno es el que
prevé, que piensa, que reflexiona, que no toma a la ligera las cosas,
sino que edifica sabiamente, siguiendo la dirección, la orientación, por
eso nuestro Señor Jesucristo nos habla aquí y dice: “Cualquiera, pues,
que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre
prudente, que edificó su casa sobre la roca” (Mateo 7:24).
Los dos han sido instruidos, los dos han recibido una orientación, se
les habló de los peligros, se les habló de los materiales, se les puso
todo a su disposición, pero cada uno podía escoger y hacer uso de la
orientación o hacer caso omiso de la misma. Dios le ha dado la facultad
al hombre de escoger entre la vida o la muerte, de obedecer o
desobedecer, de seguir las instrucciones de Dios o ignorarlas, el hombre
es libre en su elección. El hombre puede decidir abrirle el corazón a
Dios, puede obedecerlo, seguir su Palabra, seguir sus instrucciones o
puede cerrar su corazón y vivir conforme a su parecer, conforme le
plazca.
Entonces son puestos a prueba, y se prueba la solidez, de ambas casas,
de ambas conductas, de ambas decisiones. Y entonces “descendió lluvia, y
vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa” (v.
25 y v. 27), entonces el hombre sabio, el hombre previsor que sabe lo
que está haciendo, que sabe construir, es un hombre que su casa está
“fundada sobre la roca”, sobre un fundamento sólido; el hombre insensato
que edifica de cualquier manera, que no prevé el futuro, que no
reflexiona, que no piensa lo que puede ser el día de mañana, es el “que
edificó su casa sobre la arena”, un fundamento vulnerable, inestable,
parece firme en el momento; eso es cuando uno edifica su vida, puede ser
sobre las riquezas, sobre los placeres, sobre todo lo que el mundo le
ofrece y no edifica su vida sobre la única roca inconmovible que se
llama Jesucristo.
Fuente: Impacto Evángelistico
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