El hoy pastor Juan Llenque nunca pensó
servir al Señor desde un altar. Pero su historia no comienza de la
noche a la mañana, Dios tuvo que sacarlo de una vida de perdición y
angustia, mostrando una vez más su amor y misericordia para con los
hombres.
Desde niño, vivió en un buen ambiente
familiar, parecía que todo iba por buen camino. Juan fue muy aplicado en
el colegio; se dedicaba íntegramente a sus labores estudiantiles, lo
que generaba la admiración de sus profesores, familiares y de sus
compañeros de salón.
Luego de ingresar a la universidad y
gracias a sus estudios superiores desde muy joven incursionó en su
propio negocio. Pero, aunque aparentemente lo tenía todo, sentía que su
felicidad no era completa.
Influenciado siempre por los amigos,
tuvo una juventud llena de fiestas y aparente diversión. Pero ni bien
cesaba la música, el baile y las copas se sumergía en una tristeza
profunda, sin entender porqué.
Cercado por la tristeza, pensó que la
felicidad se encontraba en el matrimonio, formando así su propio hogar.
Pasado los años y con dos hijos a cuestas, su vida conyugal comenzó a
desmoronarse.
Por si mismo intentó encontrar las
razones del mal momento que vivía, no solo en el hogar, sino que también
en los negocios lo que generaba también inestabilidad económica en
casa.
Tal fue su desesperación, que pensó en
iniciar una nueva vida con otra familia. “Pensé que eso solucionaría
mis problemas”, relata el ahora pastor Llenque. Fue así que ya no
frecuentaba su casa, empezando una relación paralela.
El día de Dios
Sin embargo, un día en casa se encontró
con una gran sorpresa. Tocaron a su puerta un grupo de hermanos
procedentes de Chimbote que venían a Lima para la Convención Nacional
del Movimiento Misionero Mundial, enviados por su hermano Diego, quien
conocía al Señor. La reacción que entonces tuvo Juan fue de rabia,
sintiendo que su hogar era invadido.
“Intenté mostrarles (a los hermanos) que
todo iba bien en casa, así ellos le hablarían bien a mi hermano”,
cuenta nuestro hermano Llenque.
Pero, mayor fue su asombro cuando sintió
el amor que irradiaban los cristianos. Juan Llenque aceptó asistir a la
convención en donde Dios hablaría a su vida.
Esa noche, entendió que “algo” no estaba
andando bien, que de nada le sirvió tener posesiones, dinero, familia,
andar en fiestas sino tenia a Cristo en el corazón.
“Al bajar las gradas para pasar al altar
y recibir al Señor, sentí algo muy especial, mis cadenas se estaban
rompiendo, el Señor estaba haciendo su obra en mi”, testifica el
pastor.
Al recibir a Cristo en su vida, empezó a
pedir que esposa también pueda experimentar ese gran gozo que él
sentía. Terminando la oración volteo anhelando verla y quedó impactado
al ver a pocos metros de su ubicación a su conyugue quebrantada ante
Nuestro Señor Jesucristo. Los dos recibieron al Señor.
Hoy, con sus seis hijos le sirven al
Cristo que cambió sus vidas. El reverendo Juan Llenque ahora pastorea la
iglesia de La Corporación en el distrito limeño del Agustino y encabeza
el área contable de Bethel Telecomunicaciones.
Fuente: Movimiento Misionero Mundial
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