viernes, 16 de noviembre de 2012

“Descubrí que solo Dios puede darnos el verdadero éxito”

 Juan Carlos Pérez  nació en Chimbote y desde muy pequeño sintió el llamado para servir a Dios. Inclusive, llegó a ser acólito y deseaba ingresar a un seminario.
Sus padres siempre se preocuparon por brindarle una buena educación y el, junto a su hermano gemelo, se esforzaron mucho por dar todo de sí mismos.
A pesar de que la economía familiar comenzó a menguar, su padre hizo todo lo posible para hacer terminar a sus hijos la universidad y lo logró.
Juan Carlos tenía 16 años cuando tuvo que afrontar la muerte de su progenitor, un suceso que marcó profundamente su vida.
Ante esta adversidad y con el afán de seguir adelante, su hermano viajó a Argentina y el joven Juan Carlos quedó a cargo  de la empresa familiar.
Luego de un tiempo, obtuvo una beca para estudiar en EEUU, pero una fuerte crisis que azotó al mencionado país lo obligó a retornar al Perú.
Juan Carlos empezó a  comportarse altivamente y no le gustaba escuchar los consejos de los demás, comenzó a sentir que en su vida le faltaba  algo, pero no entendía qué.  Se sentía lleno de complejos y debilidades.
Un día tuvo un sueño de parte de Dios, quien le  mostró una iglesia y a él dentro de ella. Luego de este mensaje sintió que debía servirle a Cristo de todo corazón.
Al poco tiempo, una familia amiga lo invitó  a participar de un servicio cristiano al cual asistió.
Su sorpresa fue grande cuando al ingresar a esa iglesia en Chimbote era la misma que Dios le mostró en su sueño y al observar al predicador, era el mismo que en el sueño hablaba de la misericordia y salvación que solo hay en Cristo Jesús.
Tras el servicio salió distinto, comenzó a creer que Dios tenía algo preparado para él, que el mismo Dios lo había traído. El amor de los hermanos y la paz que se sentía lo ayudaron a compenetrarse con la congregación y a escudriñar las escrituras.
Su familia, muy católica, no entendía la actitud de Juan Carlos, su madre fue a consultar acompañada de una hermana suya a una adivina, intentando saber por qué su hijo tomó la decisión de ir a una iglesia evangélica.
Pero la bruja no pudo  descifrar que le pasaba a Juan Carlos. Dios enmudeció su boca y no le permitió hablar, sólo logro decir que no podía encontrar nada  acerca de aquel muchacho, él estaba cubierto por un poder más fuerte del que ella tenía.
Desde ese entonces, Juan Carlos fue respetado por su familia, quienes no entendían bien que poder lo protegía.
El trabajo de construcción heredado por  su padre iba viento en popa. Sin embargo, las comidas y las reuniones con sus amistades lo hacían sentir cada vez más incómodo. 
Cierto día, decidió romper con todo y buscar otro trabajo que no lo alejara de las cosas de Dios, confiando en Su Palabra que dice: “No hay justo desamparado ni su simiente que mendigue pan”.
Por su fe,   Dios le demostró que en Él no hay nada imposible, permitiéndole introducirse en el mundo de las comunicaciones y estudiar administración en la universidad.
Para Dios no hay nada imposible
Al poco tiempo, surgió la posibilidad de que él pueda manejar algunos equipos de televisión por cable que adquirió su centro de estudios, es así que envió una carta a las autoridades universitarias, logrando acceder a los equipos y pudo adquirir la empresa.
Sin embargo, con el paso del tiempo, una denuncia contra la compañía, por un millón de dólares, lo hizo sumirse en una profunda preocupación y empezó a buscar más a Dios.
Durante los seis meses que duró el juicio Juan Carlos decidió romper de una manera definitiva con todo, entendiendo que Dios lo estaba llamando, que quería servirle.
Juan Carlos que tuvo que viajar a Lima para resolver los papeles de la denuncia, conversó con el abogado que llevaba el caso a quien le contó su testimonio y le habló del poder de Dios.
Ante su relato, el abogado quedó sorprendido del cambio que puede hacer Dios en las personas y le dijo que sólo mandara  un escrito en el que reconociera la falta que había cometido.
Tras algunas semanas se declaró improcedente la denuncia. Juan Carlos solo pudo llorar y agradecerle una vez más a Dios por su infinita misericordia.
Cuando quiso estudiar otra carrera universitaria todas las puertas se cerraron y ya no pudo luchar contra quien lo estaba llamando como pastor.
Actualmente, la  mano de Dios sigue manifestando en su vida.  Hoy, el pastor Juan Carlos Pérez y su esposa Ángela están a cargo de la iglesia del Movimiento Misionero Mundial en San Borja.

Fuente: Movimiento Misionero Mundial

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