¿Quién es el hombre que teme a Jehová? A él le enseñaré el camino que ha de escoger.” Salmo 25:12 (RVR)
Una pregunta retórica es una consulta que se hace sin esperar una
respuesta. Es como quien habla al viento, o consigo mismo. Tal vez nunca
hiciste una pregunta de esta naturaleza, o tal vez sí. En estos días
que vivimos tan apurados por todo, por lo general no cuestionamos nada, y
seguimos con la rutina cotidiana repitiendo conductas.
Pero en algunos momentos críticos de la vida, algunos cuestionamos lo
que sucede y usamos este cuestionamiento de la pregunta retórica. No se
usa para temas comunes o triviales, sino para asuntos importantes. Por
eso cuando Dios hace una pregunta retórica, su preocupación es
superlativa.
¿Qué duda puede tener Dios? Él sabe todo, es el creador de todo, vive
en un continuo presente, conoce todos los pensamientos y las acciones
de cada uno de los seres humanos. Sustenta el accionar de los astros y
define los ciclos biológicos de cada animal. ¿Algo se le puede escapar?
No. Definitivamente no.
Pero Dios usa este recurso lingüístico, para mostrar su preocupación
en un tema. Le inquieta a Dios, desde los tiempos del salmista hasta
hoy, que las personas le tema. No que le tengan miedo, por ser
castigador o malo; sino que lo respeten por lo que Es. El temor a Dios
es la reverencia o veneración que un Ser Superior debe generar en seres
inferiores.
Pero el hombre no se hace cargo. Cada vez que elegimos pecar,
ofendemos a Dios y nos reímos de su santidad. No nos importan sus
mandamientos, y demostramos que no lo respetamos. Esto que suena tan
violento en una frase, es el accionar cotidiano tuyo y mío. ¡Terrible
error de criaturas mortales que nos creemos con el derecho de faltarle
el respeto al Ser Superior!
Por eso Dios se pregunta, ¿Quién me teme? ¿Quién me respeta? Y agrega
con seguridad: A ese le voy a mostrar un camino para transitar. Mis
mejores pasos son para aquellos que me obedecen, mis mejores caminos son
para aquellos que me respetan. Tal vez no sean caminos divertidos, pero
son caminos santos. Y su final es glorioso.
¿Podrías responderle a Dios hoy: Yo te temo y te respeto? ¿Podrías
pararte de decirlo fuerte y claro entre tu grupo de amigos o en tu muro
de Facebook? Es tiempo de cambiar.
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