miércoles, 14 de noviembre de 2012

“Mi Padre Celestial nunca me abandonó”

 Carmen Azabache, parecía tenerlo todo. Sin embargo, nunca pudo entender porque su padre abandonó a su familia cuando ella recién era una niña.
Frente a sus amistades siempre esbozaba una sonrisa y aparente felicidad, pero al llegar a  casa  comenzaba a llorar a solas en su dormitorio anhelando la presencia de la figura paterna.
El día del padre  y de la madre no eran festejadas en su hogar. Su padre lejos y su progenitora con la responsabilidad de  sostener a siete hijos trabajando durante todo el día no permitía que esos días sean de fiesta.   
Para evitar los comentarios en clase, Carmen siempre inventaba  una historia. “Mi padre tiene mucho trabajo y está viajando y a veces me trae lindas cosas”, le contaba a sus amigas para evitar preguntas incómodas.
Pasaba el tiempo ensayando danzas típicas en la escuela, intentando decorar la soledad que la rodeaba y la tristeza que embargaba su ser.
“Quería sentirme importante  y que ocupaba un buen lugar ante la mirada de todos”, nos cuenta Carmen. 
Pero su madre, de familia conservadora, rechazaba que su hija se exhiba públicamente bailando.
Ya en la juventud las amistades la inducían a la diversión, pero siempre cuidaba su reputación y evitaba los escándalos.
“Todos creían que ella, la última de los hermanos, los iba a sacar adelante, por lo tranquila y estudiosa que era”, relata su madre.
Sin embargo, muy pronto una noticia sorprendería a la familia Azabache. La joven Carmen había salido embarazada producto de una relación que su madre nunca había aprobado.
La gestación se confirmó tras el análisis médico que se realizó para ingresar a la escuela de la Policía Nacional del Perú.
Su madre, quien fue la primera en enterarse de su embarazo, no lo podía creer, su pequeña hija en quien había puesto todas sus esperanzas estaba con tres meses de embarazo.
Al enterarse de la situación, su familia quedó muy decepcionada. Carmen intento suicidarse tras entrar en una profunda depresión.
Hasta el momento de su alumbramiento decidió no salir a la calle porque tenía mucha vergüenza que sus vecinos y amigos la vean en esa condición.
Al nacer su bebe, su hermano  le aconsejó que se casará. Pero el padre de la criatura nunca lo aceptó, siendo el punto para una definitiva separación.
Cambio de vida
La salvación  llegó a su vida  gracias a la emisora  que sintonizaba su hermana, quien dio aviso a su familia sobre un grupo de pastores cristianos que no cobraban por orar y se oían realmente como siervos de Dios. 
Su hermana mayor tenía un problema migratorio; y sin esperar más la familia decidió asistir a la iglesia del Movimiento Misionero Mundial para que oren por ella.
Luego de un tiempo, su hermana, quien ya se había entregado al Señor, la invito a que asistiera a la iglesia diciéndole que tenía que disponer su corazón para que Dios la pueda ayudar en cualquier situación en la que se encuentre.
Carmen decidió asistir nuevamente al templo. “Ese día Dios utilizó al predicador para hablar a mi vida, parecía que alguien le había contado toda mi vida al pastor. Entre lágrimas  y quebranto dio su paso de fe y me entregue a Jesucristo donde le prometí a Dios nunca fallarle”, detalla nuestra hermana.
Luego de constantes dolencias, se realizó un examen médico creyendo que con unas pastillas  se resolvería todo. Sin embargo, la doctora le dijo: “Usted tiene cáncer a los huesos y no hay remedio, sino calmantes para eso”.
Su madre comenzó a desesperarse y encontrar la manera cómo conseguir el dinero para su tratamiento y las medicinas.  Pero la fe de Carmen la hizo decir: “Dios puede hacer algo mamá”.
Y es así que durante una masiva actividad esperó un milagro de parte de Dios. Todos los días Carmen clamaba por su bendición, por su sanidad.
Al pasar los días parecía que no sucedía nada, pero decidió mantener su fe hasta el final.  El último día de reuniones el Señor le dio la mejor de las experiencias.
“Al estar en el altar pidiéndole a Dios por mi sanidad y creyendo que él podía hacer algo, una hermosa luz me iluminó, sentí que esa luz desvanecía todo el dolor en mis huesos”, cuenta Carmen.
En ese momento Dios le añadió algo más, el bautizo del Espíritu Santo, el poder de Dios se había manifestado a su vida por su fe.
Actualmente Carmen labora en la Red cristiana Bethel, vive sana y confiada en que el Todopoderoso la acompaña día a día a ella y a su hijo.

Fuente: Movimiento Misionero mundial


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