martes, 13 de noviembre de 2012

“Solo en Cristo hay victoria”

 José Luís Sánchez,  el mayor de tres hermanos, fue un niño que desde los seis años comenzó a sentir una atracción por personas de su propio sexo, debido a que una noche al estar en el bar de su padre encontró una revista pornográfica y luego de verla sintió que algo muy extraño se apoderaba de él.
En el colegio siempre se mostraba con  excelentes calificaciones, con una buena actitud para encontrar amistades. Pero también tenía una doble personalidad, en el día era ejemplar pero llegada la noche era poco decorosa.
Mientras su padre atendía en el bar y su madre estaba con amistades, el pasaba el tiempo con un grupo de jóvenes que solo lo ayudaban a acercarse cada vez más hacia el abismo. 
Aún en su juventud creyó que  las enfermedades venéreas no eran para él y así continúo su vida llegando a vestirse de mujer.
Inclusive su madre tenía que salir a buscarlo algunas noches y en una oportunidad  al encontrarlo en la calle, desesperada lo golpeó delante de la gente. A solo unos minutos de este suceso un auto se detuvo delante de él y así comenzó a prostituirse.
Incursión en las drogas
Un pecado lleva a otro. Empezó oliendo terokal y terminó consumiendo cocaína, le gustaba andar con  mujeres, no con homosexuales porque hacían mucho escándalo.  
En el día vestía y actuaba como un varón e inclusive salía a trabajar como tal.  La empresa textil en la que laboraba rendía muy buenas cuentas de él; llegaba temprano, era responsable y hacía horas extras. Pero nadie sabía la gran tristeza que llevaba dentro de su corazón.
Luchaba con sus propias fuerzas para vencer su inclinación sexual, durmiendo temprano para no despertar sino hasta el día siguiente. Sin embargo, algo hacía que se levante y al mirarse al espejo se pintaba, se colocaba ropa de mujer y salía nuevamente a las calles.
Una tarde  al regresar a  casa  y discutir con su madre, quien ya no lo dejaría salir por los constantes escándalos que realizaba, decidió quitarse la vida y se lanzó del cerro cayendo sobre unos fierros retorcidos y clavos.
Inmediatamente el dueño de la casa quien tras sentir el ruido de la  caída  fue a auxiliarlo, pero él solo respondía: “Suéltame, suéltame, no me toques”. Luego se levantó y se fue sangrando.  
Tras esta circunstancia, Jesucristo llega a su hogar por medio de su madre. Ella había conocido a Cristo, y oraba constantemente por su hijo.
Al pasar el tiempo su madre le dijo: “Ya no puedo ser cómplice de tu pecado”.  Es así que José Luís decidió irse de casa por cuatro años.
Una noche sintió que del cielo bajaba algo y se introdujo en su corazón, desde ese momento sintió un gran rechazo por la vida que llevaba.
A pesar de esto, José Luis culpaba incansablemente a Dios por la vida que llevaba, creyó que Él lo había hecho así.  
Al poco tiempo, una llamada telefónica preocupó a su madre, le informaron que su hijo estaba totalmente ebrio y un grupo de jóvenes lo quería asaltar. Su madre llegó al lugar de los hechos y de inmediato lo trajo de vuelta a casa.  
El toque del Altísimo
José aún no percibía el amor que Dios y su madre sentían por él. Al regresar de una borrachera escuchó cómo oraba su madre diciendo: “Señor, yo no sé donde esta mi hijo,  pero tu si sabes donde está, y tu lo vas a cuidar Señor porque tú has prometido que lo vas a salvar”.
Mientras escuchaba las palabras de su madre una voz le decía: “Mira como está tu familia  no sirves, mátate, eres un inútil”.
Al escuchar esto entró corriendo a la cocina, tomo un sobre de veneno y un vaso de agua, los mezcló en su cuarto y tomó el mortal brebaje.
El efecto se produjo al instante, José cayó al suelo y comenzó agonizar. Su madre al darse cuenta comenzó a decirle: “Que has hecho, si te mueres en esa condición no sabes a dónde vas a ir pídele perdón a Dios,  y comenzó a clamar por su hijo fervientemente”. 
Al instante dejó de convulsionar y expulsó todo el veneno. La misericordia de Dios había llegado a su vida.
Al día siguiente, con el cuerpo adolorido, recibió la visita de un amigo quien lo animó a salir a la calle pasear para poder despejarse un poco. 
Al encontrarse en la calle comenzó a escuchar a lo lejos una canción que lo envolvió por completo, al acercarse hasta el lugar de donde se emitía la música se dio cuenta que era una melodía cristiana. 
Por dos días escucho esa canción sintiendo una gran paz en su alma y al tercero cayó de rodillas diciéndole a Dios: “Señor si tú eres real, si tú existes como me habla mi madre ayúdame. Mira como estoy viviendo yo también te necesito ayúdame”. En ese momento su primo que era cristiano tocó la puerta de su habitación y lo invitó a la iglesia.
 Esa misma noche, José Luís recibió a Cristo en su corazón. El Todopoderoso hizo inmediatamente la obra en su vida, porque al abrir sus ojos, el mismo se dio cuenta que ya no era el drogadicto, el homosexual, el alcohólico ni el ladrón que fue en el pasado. Cristo había llegado a su vida para siempre.

Fuente: Movimiento, Misionero, Mundial.

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