miércoles, 8 de agosto de 2012

“Cristo nunca abandonó a nuestra familia”

Estamos seguros que no hay mejor herencia para nuestros hijos que una vida cristiana. Este fue el caso de la familia Ruiz Alvarado, que tiene como pilares, además de Dios, a Julia y a Susana, hija y madre, respectivamente. Pero no todo fue fácil, ambas tuvieron momentos amargos en sus vidas.
Mientras Julia crecía en su natal Tingo María, su progenitora luchaba por sacar adelante a su hogar, ella enviudó y el mantener a su pequeña hija era una marcha cuesta arriba.
No obstante, Dios siempre estuvo de su lado, a pesar de las dificultades logró que Julia se convierta en profesional, tras estudiar exitosamente en Lima.

Fue en la capital donde Julia conoció a quien sería su esposo, el enamoramiento se desarrolló dentro de la normalidad. Pero una vez que la relación se formalizó todo cambió.
Discusiones, fiestas y hasta agresiones físicas alteraban la armonía familiar y la seguridad emocional de sus dos pequeños hijos.
Susana recuerda que su yerno la llamó para decirle que iba a dejar a su hija, pero que sus nietos se quedaban con él. Sin embargo, los planes de Dios eran distintos y ambos pequeños no se separaron de su madre.

Todo obra para bien

En medio de la desolación espiritual Julia inició una nueva vida junto a sus hijos en su ciudad de origen. Pero las promesas de Dios no cayeron en saco roto.
Cierto día llegó a los oídos de Susana que la obra del Movimiento Misionero Mundial se inauguraría en Tingo María. Madre e hija decidieron acudir a escuchar la Palabra de Dios. El mensaje conmovió el corazón de Julia y desde ese día todo cambio.

Actualmente la familia en su totalidad le sirve a Cristo y laboran arduamente en favor de la evangelización.


Fuente: Movimiento Misionero Mundial

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