miércoles, 1 de agosto de 2012

Un milagro para dos jóvenes

Todos estamos en los planes de Dios, aunque muchos se resistan a cumplir con el propósito divino. Este fue el caso de Analí Arias y de Elizabeth Bonifacio, quienes nunca fueron olvidadas por el Todopoderoso.

Analí, originaria de Chiclayo, nació en un hogar cristiano, pero nunca tuvo un encuentro personal con Jehová. Esta situación quebrantó su fe y a los 15 años decidió vivir secularmente, albergándose en fiestas, rodeándose de personas sin los mismos valores que ella. No obstante, el vacío que sentía por dentro la consumía.
Era la víspera del año nuevo y mientras cambiaba de canal en su televisor se topó con la señal de Bethel. Vio como los cristianos celebraban esta especial fecha, muchos buenos recuerdos volvieron a su mente, de pronto anheló la vida que tuvo de niña.
Cierto día, mientras recorría su barrio notó que existía un templo de la misma denominación a la que ella asistía. Tiempo después decidió asistir a un servicio. En medio de los cánticos, lagrimas corrían por sus ojos y una voz celestial le dijo: “Yo te traje a este lugar”.
La llama que tenía apagada en su corazón volvió a arder, su primer amor por Dios renació y ahora es la persona feliz que siempre fue.

La historia de Elizabeth
La pequeña Elizabeth estuvo cerca a Dios desde su niñez. Pero los problemas familiares hicieron que su hogar paulatinamente deje de formar parte del Cuerpo de Cristo.
Tras una complicada adolescencia, tomó la peor decisión de su vida: dejar los caminos del cristianismo. Empezó a tener una vida paralela, mientras su padre y madre luchaban para reorganizar su hogar.
Pero depresión no tardó en llegar. Tras una discusión de sus padres cogió una cuchilla para cortarse las venas. Sin embargo, cuando estaba por autoeliminarse, la voz de Dios retumbó en su habitación diciendo: “Te amo”. Ella se puso a llorar, recordó que su Padre Celestial no la había abandonado.
Desde ese día sintió que su vida tenía sentido, que la luz del sol brillaba nuevamente para ella. Tenía esperanza de vivir en un hogar feliz.


Fuente: Movimiento Misionero Mundial

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