miércoles, 26 de septiembre de 2012

La apuesta por una vida nueva




Los juegos de azar, el dinero fácil… Wilfredo González Medina se había mudado a los casinos. Empezó a rematar objetos de su propio hogar. Convertido en ludópata olvidó toda responsabilidad. Pero pudo ser rescatado con la Palabra del Señor.
Podría decir que sólo le faltó apostar su alma.Las máquinas tragamonedas se habían convertido en una obsesión donde depositó mucho dinero y gran parte de su vida. “Era un adicto”, reconoce hoy Wilfredo González Medina. Y lo fue hasta que una intervención divina cambió aquella existencia extraviada. “Mi salvación fue una campaña evangelística”, recuerda.

Hace 21 años González Medina asistía diariamente a diversas casas de juegos de azar. Puso en riesgo el salario mensual, el vicio atrapó por completo al hombre débil y pecador. Se convirtió en un ludópata. “Derrochaba hasta el último centavo para tratar de llevarme el premio mayor. Nunca lo gané, al contrario mi vida se desgastaba hasta el amanecer cada vez que jugaba. Al final nunca recuperé lo perdido”. Hoy todo está en ese pasado del cual escapó apoyado por el Señor. A los 51 años cuenta su historia acompañado de su esposa Betty, la mujer que toleró pacientemente toda aquella época.

González Medina trabajaba como agente de seguridad. Su incursión al mundo de las apuestas empezó a los 29 años. Su jefe y sus compañeros fueron quienes empezaron a tentarlo para ganar dinero fácil. Tuvo la suerte de principiante, creyó que sería así toda la vida, pero lo único que consiguió fue jugarse el amor y la seguridad de su familia profanando sus ahorros.

“No sé por qué me despertó la ambición, porque siempre he trabajado duro, no me gustaban las cosas fáciles”, asegura. Su convivencia con la escasez provino desde su infancia, en el departamento de Piura, al norte del Perú. Luego al emigrar al puerto del Callao, muy cerca de Lima, no cambió su situación, al contrario aprendió a compartir su educación limpiando los extensos pasadizos del cementerio Baquijano y Carrillo junto a otros niños de su edad.

La mentira permanente
“Primero iba a los casinos como una forma de entretenerme, pero luego ya era una rutina y finalmente una necesidad”, dice y agrega: “Con el tiempo me fui sumergiendo más en el vicio, cuando reaccioné ya estaba perdido y no encontré más refugio que esos locales nocturnos”.

El dinero resultaba insuficiente cada noche, preso de la desesperación procedió a sustraer objetos de su domicilio, hizo lo mismo en su centro de trabajo. Pero las evidencias salieron a la luz y acabó despedido en el acto. En su hogar nadie se daba cuenta aún de lo que vivía.

Haber servido tres años en las fuerzas armadas y tener una disciplina militar no evitaron que cayera en esa licenciosa existencia. “Mentía con facilidad. Al llegar a mi casa me arañaba el cuello, me rasgaba la camisa o el pantalón para aparentar que me habían robado, cuando la verdad era otra”, confiesa.

Hace 16 años que imparte la Palabra de Dios como pastor de la Obra en el distrito de Ventanilla, en Lima. Sin embargo, considera una tarea inconclusa anunciar el Evangelio a personas que padecen de este trastorno. “El diablo me engañó por tanto tiempo, haciéndome creer que podía recuperar todo lo que apostaba, por eso la obsesión de permanecer allí a pesar de saber que no ganaba”. Sentía que estaba en un pantano y solo Cristo pudo liberarlo de esa dominación, cuando procedió al real arrepentimiento de sus culpas.

“¿Qué haces aquí? ¡Cuida tu vida! ¡Cuida a tu familia!”, le increpó el Señor un año antes que encontrara su resguardo espiritual. Pero él, aun sometido a la ludopatía, hizo omisión de aquella voz que lo invitó a la reflexión. “Nuestro Señor se duele del pecado, sobre todo cuando no le obedecemos. Lamentablemente no escuché la voz de Dios a tiempo y todo me fue mal”, expresa Wilfredo, quien agotado de esta vida, tuvo el suicidio como una opción. Fue su madre, quien conocía de sus desdichas, la mujer que contempló en la oración el secreto de la liberación.

El mensaje salvador
Colocar la mirada en el amor indescriptible del Altísimo fue para este hombre la postura más decisiva que cambió el futuro eterno de su alma. Su acercamiento al Señor fue a través de un tratado que llegó a sus manos. Era una invitación a una campaña evangelística y además unas reflexiones sobre una agonía similar a la suya. Con poco valor y mucha ansiedad acudió al evento. “Cuando estuve en medio de la gente hubo una lucha espiritual en mi interior. Escuché una voz que me inquietaba y me pedía salir de allí, pero había otra que me persistía para quedarme. No sabía qué hacer en ese momento, pero me quedé, escuché la Palabra de Dios y le entregué mi vida a Cristo”, recuerda.

El nuevo amanecer que experimentó en aquella cruzada enrumbó su vida. Alude con lágrimas la misericordia del Todopoderoso que lo liberó de esta atadura espiritual. Su paso a la reconciliación familiar se dio inicio. La mentira terminó. “Desde ese momento entendí que hice mucho daño a mi familia moral y económicamente. Antes no supe cómo decirles en qué gastaba el dinero, pero con el Señor en mi corazón confesé todo”, relata.

Han transcurrido 16 años de esa experiencia gloriosa, en que Wilfredo, limpiado de sus delitos, santificado por la Palabra, no frecuenta más esos recintos de perdición. Al contrario, predicar incesantemente el Evangelio se ha convertido en parte de su vida diaria. Instruir la mejor manera de enfrentar las tentaciones es su estandarte. “El Espíritu Santo siempre ha conducido mis pasos; diciéndome por dónde he de ir y no tropezar nuevamente con el vicio. Dios ha sido generoso conmigo”, reconoce.

Indicadores de adicción al juego
La Asociación Americana de Psiquiatría precisó en 1995 que hay juego patológico cuando se dan al menos cinco de estas circunstancias:
•Preocupación por el juego (por ejemplo, idear formas de conseguir dinero para jugar).
•Necesidad de jugar con cantidades crecientes de dinero para conseguir el grado de excitación deseado.
•Fracaso repetido de los esfuerzos para controlar, interrumpir o detener el juego.
•Inquietud o irritabilidad cuando se intenta interrumpir o detener el juego.
•El juego se utiliza como estrategia para escapar de los problemas.
•Después de perder dinero en el juego, se vuelve a jugar para intentar recuperarlo.
•Se engaña a los miembros de la familia, terapeutas u otras personas para ocultar el grado de implicación en el juego.
•Se cometen actos ilegales como falsificaciones, fraude, robo o abusos de confianza para financiar el juego.
•Se han puesto en riesgo o perdido relaciones interpersonales significativas, trabajo u oportunidades profesionales por causa del juego.
•Se confía en que los demás proporcionen dinero que alivie la situación financiera causada por el juego.

Qué hacer ante la ludopatía
•  Si existen indicios razonables de juego patológico, acudir a profesionales especializados y también a asociaciones de autoayuda para las ludopatías.
•  Normalmente un ludópata no puede dejar de jugar sin recibir ayuda, por mucha fuerza de voluntad que tenga.
•  La ludopatía rara vez tiene una sola causa o circunstancia. Requiere de la intervención de especialistas de la psicología para diseñar el proceso de deshabituación.
•  Es frecuente que el ludópata tenga una personalidad inmadura, miedos, sentimientos de inferioridad y falta de responsabilidad.
•  Como una de las características del ludópata es la impulsividad, la intervención consistirá en una reestructuración de la personalidad, que le permita afrontar situaciones difíciles, tolerar la frustración y aprender a fijarse límites.
•  Además debe intervenirse en el entorno familiar o social, como en cualquiera otra adicción.
•  La familia debe entender que se trata de una enfermedad y asumir la responsabilidad de acompañar y ayudar al paciente en el proceso de deshabituación.
•  Y la prevención. Es importante que los hijos no oigan frecuentemente que una lotería o un juego solucionarían nuestras vidas. Deben saber desde muy pequeños que con los juegos de azar siempre se acaba perdiendo.

Fuente: Impacto Evángelistico

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